5.20.2004
El viaje de regreso se vuelve insoportablemente largo cuando entiendes que la ida ha sido inútil, me dijiste aquel día.
Y yo te contesté: Pero se hace interminable cuando descubres que no quieres volver.
Ahora no quedan de ti ni de mí más que un puñado de cenizas lanzadas al viento. Tu epitafio reza la plegaria de los que han vivido saciando la sed en copas de todos los cristales. Y has tenido la suerte que muy pocos conocen: te has visto por última vez amparada en las manos del ser que más te amaba. Porque yo mismo te maté, y fuiste humo desleído entre mis dedos cubiertos de sangre, Margarita, oh Margarita, mi flor de escarcha convertida en aire, amor mío de los tiempos en que amor era una palabra que aún podíamos concebir, antes siquiera de que nos fulminara con su propia destrucción.
Y yo te contesté: Pero se hace interminable cuando descubres que no quieres volver.
Ahora no quedan de ti ni de mí más que un puñado de cenizas lanzadas al viento. Tu epitafio reza la plegaria de los que han vivido saciando la sed en copas de todos los cristales. Y has tenido la suerte que muy pocos conocen: te has visto por última vez amparada en las manos del ser que más te amaba. Porque yo mismo te maté, y fuiste humo desleído entre mis dedos cubiertos de sangre, Margarita, oh Margarita, mi flor de escarcha convertida en aire, amor mío de los tiempos en que amor era una palabra que aún podíamos concebir, antes siquiera de que nos fulminara con su propia destrucción.
5.17.2004
AÚN SI QUISIERA apurar el licor de la derrota, no podría.
La muerte sólo marcha hacia adelante y yo soy un fantasma: estoy obligado a seguir.
La muerte sólo marcha hacia adelante y yo soy un fantasma: estoy obligado a seguir.
Así es como sucede el fin del mundo: se vuelven tenues las luces de la pista de baile, y la música, sin saber cómo, comienza a oírse o a existir únicamente en nuestras cabezas de hidra apocalíptica. Estrellas recién paridas escupen sus caricias de fuego y un globo de luces ilumina las grietas del universo con los destellos que tus pulseras imprimen sobre las paredes.
Y el planeta cede por fin bajo su propio peso, como cortinas que se derraman, o una mujer quitándose un vestido de sordo terciopelo.
Hemos desarmado la tristeza, se han abolido la eternidad y las corbatas, el frío de las calles y el viento que zumba como una lengua de aire para revelar el vacío de las cosas.
Todas las bebidas son ese último trago de saliva que guardamos en la parte secreta de la boca. No quedan construcciones ni esquirlas para inscribir un epitafio.
El último grumo se disuelve en el acorde que aún está sonando por o dentro de nosotros, y en el umbral del fin sólo somos silencio lanzado con la furia ciega de una daga hacia el centro oculto de la noche.
Déjame incendiar los restos del precipicio antes de convertirte en tiempo y despedidas.
Cierra los ojos que te llevaré a volar.
Y el planeta cede por fin bajo su propio peso, como cortinas que se derraman, o una mujer quitándose un vestido de sordo terciopelo.
Hemos desarmado la tristeza, se han abolido la eternidad y las corbatas, el frío de las calles y el viento que zumba como una lengua de aire para revelar el vacío de las cosas.
Todas las bebidas son ese último trago de saliva que guardamos en la parte secreta de la boca. No quedan construcciones ni esquirlas para inscribir un epitafio.
El último grumo se disuelve en el acorde que aún está sonando por o dentro de nosotros, y en el umbral del fin sólo somos silencio lanzado con la furia ciega de una daga hacia el centro oculto de la noche.
Déjame incendiar los restos del precipicio antes de convertirte en tiempo y despedidas.
Cierra los ojos que te llevaré a volar.
5.16.2004
¿CÓMO CONTARSE sin ser?
Soy el que fui, pero ahora sólo mientras eres, si estás ahí y durante el tiempo en que me estás leyendo.
Luego, como una música que llega a su fin, me extingo.
Así es la telaraña, la trama diaria en mi vida fantasmal.
Paso sin que me veas a tu lado, hasta que te detienes a respirarme y me distingues.
Y cada vez que anochece, cuando me quito el traje, el antifaz y me despojo de toda mi capacidad de desfogue, queda apenas algo que de tan minúsculo ni siquiera es. Y queda en tus retinas, como ahora que estás leyéndolo: este puñado de palabras que me da forma.
El resto del tiempo no existo porque no me ves. Tampoco tú.
Que es como decir que te dejo morir por un rato.
Soy el que fui, pero ahora sólo mientras eres, si estás ahí y durante el tiempo en que me estás leyendo.
Luego, como una música que llega a su fin, me extingo.
Así es la telaraña, la trama diaria en mi vida fantasmal.
Paso sin que me veas a tu lado, hasta que te detienes a respirarme y me distingues.
Y cada vez que anochece, cuando me quito el traje, el antifaz y me despojo de toda mi capacidad de desfogue, queda apenas algo que de tan minúsculo ni siquiera es. Y queda en tus retinas, como ahora que estás leyéndolo: este puñado de palabras que me da forma.
El resto del tiempo no existo porque no me ves. Tampoco tú.
Que es como decir que te dejo morir por un rato.
5.11.2004
ME HA DICHO que podía quedarme cuanto quisiera, tal vez porque sabe que de todos modos no tengo mucho aire, y debo hacer un gran esfuerzo para sostenerme durante un rato. La he visto escribir algo sobre la tristeza, y era algo ciertamente muy triste, que volvió azul el aire de la habitación, para que nos imaginásemos a la distancia del humo.
Es en estos momentos cuando presiento que está cerca de la verdad.
Más cerca de lo que sospecha.
Pero la salva el miedo a cruzar el umbral, y extender la mano, y yo que sé (creo saber) que su temor guarda una razón más poderosa aún que la que finge darse, intento disuadirla: no hay horror que pueda compararse al de hundir las manos en las entrañas del aire, el cementerio donde se esconden las ausencias, la memoria hacia atrás, el tiempo haciéndose añicos como un reloj destripado, corriendo enfurecido hacia ninguna parte, latiéndole en las sienes la convicción de que todos son el mismo sitio.
Y el infierno tan parecido al sabor amargo de la falta de sabor anclado al paladar.
Detenido, insomne, lúcido hasta la locura, insoportable.
Muerto, como yo mismo, para siempre.
Es en estos momentos cuando presiento que está cerca de la verdad.
Más cerca de lo que sospecha.
Pero la salva el miedo a cruzar el umbral, y extender la mano, y yo que sé (creo saber) que su temor guarda una razón más poderosa aún que la que finge darse, intento disuadirla: no hay horror que pueda compararse al de hundir las manos en las entrañas del aire, el cementerio donde se esconden las ausencias, la memoria hacia atrás, el tiempo haciéndose añicos como un reloj destripado, corriendo enfurecido hacia ninguna parte, latiéndole en las sienes la convicción de que todos son el mismo sitio.
Y el infierno tan parecido al sabor amargo de la falta de sabor anclado al paladar.
Detenido, insomne, lúcido hasta la locura, insoportable.
Muerto, como yo mismo, para siempre.