5.17.2004
Así es como sucede el fin del mundo: se vuelven tenues las luces de la pista de baile, y la música, sin saber cómo, comienza a oírse o a existir únicamente en nuestras cabezas de hidra apocalíptica. Estrellas recién paridas escupen sus caricias de fuego y un globo de luces ilumina las grietas del universo con los destellos que tus pulseras imprimen sobre las paredes.
Y el planeta cede por fin bajo su propio peso, como cortinas que se derraman, o una mujer quitándose un vestido de sordo terciopelo.
Hemos desarmado la tristeza, se han abolido la eternidad y las corbatas, el frío de las calles y el viento que zumba como una lengua de aire para revelar el vacío de las cosas.
Todas las bebidas son ese último trago de saliva que guardamos en la parte secreta de la boca. No quedan construcciones ni esquirlas para inscribir un epitafio.
El último grumo se disuelve en el acorde que aún está sonando por o dentro de nosotros, y en el umbral del fin sólo somos silencio lanzado con la furia ciega de una daga hacia el centro oculto de la noche.
Déjame incendiar los restos del precipicio antes de convertirte en tiempo y despedidas.
Cierra los ojos que te llevaré a volar.
Y el planeta cede por fin bajo su propio peso, como cortinas que se derraman, o una mujer quitándose un vestido de sordo terciopelo.
Hemos desarmado la tristeza, se han abolido la eternidad y las corbatas, el frío de las calles y el viento que zumba como una lengua de aire para revelar el vacío de las cosas.
Todas las bebidas son ese último trago de saliva que guardamos en la parte secreta de la boca. No quedan construcciones ni esquirlas para inscribir un epitafio.
El último grumo se disuelve en el acorde que aún está sonando por o dentro de nosotros, y en el umbral del fin sólo somos silencio lanzado con la furia ciega de una daga hacia el centro oculto de la noche.
Déjame incendiar los restos del precipicio antes de convertirte en tiempo y despedidas.
Cierra los ojos que te llevaré a volar.