5.20.2004
El viaje de regreso se vuelve insoportablemente largo cuando entiendes que la ida ha sido inútil, me dijiste aquel día.
Y yo te contesté: Pero se hace interminable cuando descubres que no quieres volver.
Ahora no quedan de ti ni de mí más que un puñado de cenizas lanzadas al viento. Tu epitafio reza la plegaria de los que han vivido saciando la sed en copas de todos los cristales. Y has tenido la suerte que muy pocos conocen: te has visto por última vez amparada en las manos del ser que más te amaba. Porque yo mismo te maté, y fuiste humo desleído entre mis dedos cubiertos de sangre, Margarita, oh Margarita, mi flor de escarcha convertida en aire, amor mío de los tiempos en que amor era una palabra que aún podíamos concebir, antes siquiera de que nos fulminara con su propia destrucción.
Y yo te contesté: Pero se hace interminable cuando descubres que no quieres volver.
Ahora no quedan de ti ni de mí más que un puñado de cenizas lanzadas al viento. Tu epitafio reza la plegaria de los que han vivido saciando la sed en copas de todos los cristales. Y has tenido la suerte que muy pocos conocen: te has visto por última vez amparada en las manos del ser que más te amaba. Porque yo mismo te maté, y fuiste humo desleído entre mis dedos cubiertos de sangre, Margarita, oh Margarita, mi flor de escarcha convertida en aire, amor mío de los tiempos en que amor era una palabra que aún podíamos concebir, antes siquiera de que nos fulminara con su propia destrucción.