6.12.2004
No soy más que una llama, un grito, y fuego y sed.
Por las angostas hondonadas de mi corazón se lanza el tiempo
como agua oscura, raudo, violento, inadvertido,
y arde en mi cuerpo un signo: la caducidad.
Pero tú eres el redondo espejo por el que resbalan
los crecidos arroyos de la vida
tras cuyo fondo áureo y abundante
las cosas que murieron radiantes resucitan.
En mí arde y se extingue lo mejor. Una estrella alocada
que cae en un abismo de azules noches de verano,
pero la imagen de tus días está en alto y distante,
señal eterna, situada como protección alrededor de tu destino.
Por las angostas hondonadas de mi corazón se lanza el tiempo
como agua oscura, raudo, violento, inadvertido,
y arde en mi cuerpo un signo: la caducidad.
Pero tú eres el redondo espejo por el que resbalan
los crecidos arroyos de la vida
tras cuyo fondo áureo y abundante
las cosas que murieron radiantes resucitan.
En mí arde y se extingue lo mejor. Una estrella alocada
que cae en un abismo de azules noches de verano,
pero la imagen de tus días está en alto y distante,
señal eterna, situada como protección alrededor de tu destino.
En vano pintas corazones en la ventana:
abajo el duque del silencio
alista soldados en el patio del castillo.
En el árbol iza su pendón — una hoja azulándose cuando cae el otoño,
reparte la brizna de la melancolía y las flores del tiempo entre el ejército;
con pájaros en el pelo avanza a sumergir las espadas.
En vano pintas corazones en la ventana; un Dios está entre las tropas,
envuelto en la capa que antaño cayó de tus hombros,
de noche, hacia la escala,
antaño, cuando ardía el palacio, cuando hablaste
como los hombres: amada...
El no conoce la capa y no llama a la estrella
y sigue a la hoja que oscila adelante.
"Oh brizna", cree escuchar, "oh flor del tiempo".
abajo el duque del silencio
alista soldados en el patio del castillo.
En el árbol iza su pendón — una hoja azulándose cuando cae el otoño,
reparte la brizna de la melancolía y las flores del tiempo entre el ejército;
con pájaros en el pelo avanza a sumergir las espadas.
En vano pintas corazones en la ventana; un Dios está entre las tropas,
envuelto en la capa que antaño cayó de tus hombros,
de noche, hacia la escala,
antaño, cuando ardía el palacio, cuando hablaste
como los hombres: amada...
El no conoce la capa y no llama a la estrella
y sigue a la hoja que oscila adelante.
"Oh brizna", cree escuchar, "oh flor del tiempo".
NO SÉ SIQUIERA si ha de regresar.
Sé que la amaba, o que alguna vez la amé. O fingí amarla, o ambos lo fingimos: yo le arrancaba sonrisas mudas y ella me sostenía con su aliento de niña solitaria perdida en un mar ajeno de rostros y sonidos que la herían.
Ya no está, y la noche se ha vuelto árida y vacía. A nadie debería concedérsele semejante maldición, y mucho menos a alguien imposibilitado aún de manifestarla.
Había querido contar una historia de amor, pero si todas las historias de amor son historias de ausencias, más aún lo son cuando llevas muerto un siglo y medio y ni siquiera puedes volver a morir.
Apenas un ligero viento sobre su flequillo, una mano incorpórea y helada, la certeza de todo mi ser en derredor: eso le di. No le bastó.
Yo veía donde ella no se atrevía a mirar, y eso fue nuestra perdición.
¿De qué muere el amor?
Muere de ausencia o de consumación.
Sé que la amaba, o que alguna vez la amé. O fingí amarla, o ambos lo fingimos: yo le arrancaba sonrisas mudas y ella me sostenía con su aliento de niña solitaria perdida en un mar ajeno de rostros y sonidos que la herían.
Ya no está, y la noche se ha vuelto árida y vacía. A nadie debería concedérsele semejante maldición, y mucho menos a alguien imposibilitado aún de manifestarla.
Había querido contar una historia de amor, pero si todas las historias de amor son historias de ausencias, más aún lo son cuando llevas muerto un siglo y medio y ni siquiera puedes volver a morir.
Apenas un ligero viento sobre su flequillo, una mano incorpórea y helada, la certeza de todo mi ser en derredor: eso le di. No le bastó.
Yo veía donde ella no se atrevía a mirar, y eso fue nuestra perdición.
¿De qué muere el amor?
Muere de ausencia o de consumación.
ELLA SE HA ido.
¿En qué momento se da cuenta uno de que la ausencia se ha vuelto definitiva?
Con la propiedad de una mancha de aceite que se extiende corroyéndolo, inundándolo todo, se propagan las certezas.
Como una flor de aire que marchita sus pétalos entre mis manos: así es la ausencia.
Como yo mismo, apenas un fantasma.
No estás.
No estás: tu rastro evaporado, mi desolación.
¿En qué momento se da cuenta uno de que la ausencia se ha vuelto definitiva?
Con la propiedad de una mancha de aceite que se extiende corroyéndolo, inundándolo todo, se propagan las certezas.
Como una flor de aire que marchita sus pétalos entre mis manos: así es la ausencia.
Como yo mismo, apenas un fantasma.
No estás.
No estás: tu rastro evaporado, mi desolación.