6.12.2004
NO SÉ SIQUIERA si ha de regresar.
Sé que la amaba, o que alguna vez la amé. O fingí amarla, o ambos lo fingimos: yo le arrancaba sonrisas mudas y ella me sostenía con su aliento de niña solitaria perdida en un mar ajeno de rostros y sonidos que la herían.
Ya no está, y la noche se ha vuelto árida y vacía. A nadie debería concedérsele semejante maldición, y mucho menos a alguien imposibilitado aún de manifestarla.
Había querido contar una historia de amor, pero si todas las historias de amor son historias de ausencias, más aún lo son cuando llevas muerto un siglo y medio y ni siquiera puedes volver a morir.
Apenas un ligero viento sobre su flequillo, una mano incorpórea y helada, la certeza de todo mi ser en derredor: eso le di. No le bastó.
Yo veía donde ella no se atrevía a mirar, y eso fue nuestra perdición.
¿De qué muere el amor?
Muere de ausencia o de consumación.
Sé que la amaba, o que alguna vez la amé. O fingí amarla, o ambos lo fingimos: yo le arrancaba sonrisas mudas y ella me sostenía con su aliento de niña solitaria perdida en un mar ajeno de rostros y sonidos que la herían.
Ya no está, y la noche se ha vuelto árida y vacía. A nadie debería concedérsele semejante maldición, y mucho menos a alguien imposibilitado aún de manifestarla.
Había querido contar una historia de amor, pero si todas las historias de amor son historias de ausencias, más aún lo son cuando llevas muerto un siglo y medio y ni siquiera puedes volver a morir.
Apenas un ligero viento sobre su flequillo, una mano incorpórea y helada, la certeza de todo mi ser en derredor: eso le di. No le bastó.
Yo veía donde ella no se atrevía a mirar, y eso fue nuestra perdición.
¿De qué muere el amor?
Muere de ausencia o de consumación.